El caso es que tenía preparada otra entrada, pero he tenido que sacar mis armas desbloqueadoras para mi misma y os lo quería contar.
Soy, como diría una odontóloga con la que trabajé, muy cartesiana, que viene a ser muy cuadriculada. Todo lo planifico mínimo de una semana para otra, si no es así empiezo a fibrilar.
Bueno, pues resulta que habíamos encargado en febrero las ventanas, para ir dándole aire a nuestro cuchitril encantador.
¿Qué pasó?
Qué me llaman un miércoles y me dicen que mañana jueves vienen a ponerlas. Dije ok, como que no pasara nada, pero mi cabeza estaba cortocircuitando.
Tenía una sesión después con un cliente y afortunadamente me olvidé del tema. Cuando terminé, me puse a pensar tranquilamente para organizarme.
Lo primero fue cambiar las citas que tenía programadas para el día siguiente. Y a continuación entré en pánico absoluto.
¿Por qué?
Porque tenía que ir al ayuntamiento a pedir la licencia de obras. Y me dije, tan difícil no será cuando se pide con asiduidad y me olvidé del tema.
Pues hice bien en pensarlo ya que fue más sencillo de lo que pensaba y me siento afortunada porque me atendieron personas encantadoras y muy amables que me lo hicieron todo más fácil.
Pero resulta que aquí no acaba todo.
Hay un par de personas en mi ciudad a las que tengo gran admiración por todo lo que saben sobre algo que a mí me gusta mucho. No tengo el placer de conocerlas pero me pongo muy nerviosa cuando las veo, tanto es así que he llegado a cambiar de acera.
Os cuento esto porque resulta que la última persona que nos atendió era una de ellas.
¡Santa Madona! Qué vergüenza.
Ella fue encantadora, muy dulce y cándida, yo solo podía hacer como los búhos, abrir y cerrar los ojos y mover la cabeza de un lado a otro sin articular palabra.
¿Y sabéis una cosa?
Qué estoy muy contenta.
Estas misiones que me hacen salir de mi zona de confort me parecen fascinantes, aunque en un principio lo pase mal. Me hacen darme cuenta que los obstáculos están en mi cabeza.
Podéis observar que salir de “casa” o “V”, la zona segura cuando jugábamos de pequeños, me aterra como a todo el mundo, con el tiempo he aprendido a gestionar la espera que por lo general es lo que nos consume.
Son muchos años de terapia conmigo misma, observándome, hablándome y siendo objetiva con mis actos y sus consecuencias.
Y ahora lo pongo todo a tu disposición.
Cómo te pueden ayudar mis sesiones de Coaching
Lo primero que trato de enseñar es a ser práctic@ en el día a día.
Al otro lado estaré yo, y mi principal labor será escucharte bien para poder entenderte.
Una vez me cuentes tus problemas, inseguridades, metas, objetivos, inquietudes, llámalo como quieras, buscaremos la mejor solución para tu caso.
A base de herramientas aprenderás a gestionar tus emociones y que ese malestar no se prolongue en el tiempo.
Comenzarás a quitarte paja mental y a ver con claridad aquello que deseas y centrarte en ello.
Y sobre todo saldrás creyendo más en ti y menos en los demás.
Como diría mi querida Pannonica, “recuerda que solo se vive una vez”.
¿De verdad prefieres sufrir cuándo realmente dará igual y no cambiará el rumbo de los acontecimientos?
No te creo, y como no te creo, deja de ser una plañidera y arrea a reservar tu primera sesión gratis.
