Cuando era pequeña, para que estuviese tranquila y no me moviese, mis padres solían darme un libro, una revista, un catálogo… vamos, lo que tuviesen a mano.
Y mi madre me decía “mira los santos”, frase típica de la época para decirte que te entretuvieses con las fotos.
Podía pasarme las horas muertas mirando los santos.
A día de hoy es algo que me sigue encantando hacer, con la diferencia que todos los libros de consulta que tengo es de cosas que me gustan, por lo tanto el placer es aún mayor.
Bueno, el caso es que en una de estas que los santos vinieron a mi me quedé prendada de la siguiente pintura
¡Me gustó tanto! Las lindas vaquitas con sus pestañitas, con sus manchitas blancas, los tulipanes, los árboles…
Decidí conservarlo en mi palacio de la memoria.
Con quince o dieciséis años, ojeando una revista en la sala de espera del dentista ¡volvieron a mí las vaquitas!
Y ahí fue cuando conocí a Maud Lewis.
Maud fue una pintora de arte folk canadiense, con una bonita historia de superación, que lo único que le hacía feliz era pintar.
¿Y por qué Maud Lewis y no otr@ artista?
Porque es el momento de mi linda Maud y cuando conozcas su historia te enamorarás de ella y de sus pinturas como lo hice yo.
Lo más cerca que estuvo de la pintura fue a través de su madre. La enseñó a utilizar las acuarelas para hacer postales navideñas.
Sufría de artritis reumatoide desde su juventud. Vivía con una tía en Nueva Escocia, y vamos, la familia la trataba como que fuese una persona dependiente.
Cansada, decidió tomar las riendas de su vida y demostrar a su familia que podía ser independiente.
Encontró trabajo como asistenta de hogar para un hombre soltero Everett Lewis.
Total, que allí se presentó, se acabó casando con él y pintando toda la casa como un gran ramillete de flores. Esto último de forma literal.
Lo que más le gustaba era pintar, no podía hacerlo en lienzos grandes ya que debido a su artritis reumatoide no podía dar trazos largos.
Pero eso no fue un impedimento para mi amiga Maud, de las tarjetas navideñas pasó a pintar en otras superficies como tablillas de madera.
Iba con su marido Everett cuando éste realizaba la ronda para vender pescado. Ella aprovechaba para vender sus pinturas.
Se hicieron tan populares las pinturas de Maud que la gente paraba en la casita en la que vivían para comprar sus obras.
Fijaos, si Maud no le hubiese plantado cara a su familia estoy segura que no hubiese sido tan feliz como lo fue haciendo lo que más le gustaba.
Tuvo que ser duro tomar esa decisión, pero hay veces que es necesario pasar por ese sufrimiento para conseguir una felicidad a largo plazo.
Es muy triste que te subestimen o te infravaloren.
Así que ¿Qué te parece si le damos unas vacaciones a la tristeza?
Te prometo que con mis sesiones de Coaching
Aprenderás a creer más en ti y menos en los demás.
Llenarás tu barra de confianza, ya que solo tú tienes ese poder.
Y si no consigues decirle arrivederci a la tristeza, te dejo que me des una colleja.
Empieza reservando tu primera sesión de Coaching gratis y te digo por experiencia que a la colleja nunca llegarás.
Si te has quedado con ganas de saber más de Maud Lewis, en el 2017 estrenaron una bonita película sobre su vida titulada Maudie.