Desde jovencita siempre le doy muchas vueltas a la cabeza, a día de hoy es algo que disfruto porque puedo controlar pero no fue siempre así. Disfruto ya que pongo toda mi atención en aquello que me gusta y en aprender más sobre ello. También tengo que reconoceros que soy humana y que hay días que debido a mi estado de ánimo no soy capaz de desbloquear la mente por lo que tengo que tirar de mecánica visual (libros, documentales, películas…) para salir del bucle. En mis sesiones aprenderás a desbloquear tu mente y descubrirás tu propia mecánica visual puesto que no todos somos iguales y ni a todos nos gusta lo mismo.
Con esta historia quiero que veáis el poder que tiene la mente y hasta donde es capaz de llegar. La mente no es algo aislado somos nosotros mismos, es el conjunto de lo que percibimos, de nuestro diálogo interno, de nuestras interpretaciones y conclusiones. Lo que leeréis a continuación espero que os deje ojipláticos igual que me dejó a mí.
Principios de la década de 1970, llega al andén de la estación de tren de Lucknow, capital de Uttar Pradesh al norte de la India, una mujer con mucha presencia y aires de nobleza. Viene con sus dos hijos, siete sirvientes y trece perros guardianes.
Dice ser la Begum Wilayat del reino perdido de Oudh (Begum es un título honorífico, en la India musulmana, equivalente al de princesa) y reclama al Gobierno indio que le devuelvan todas sus posesiones, desde tierras y palacios hasta todas las joyas pertenecientes a su familia.
Las peticiones de la Begum Wilayat son ignoradas por lo que nuestra princesa decide instalarse en la estación de tren de Lucknow.
Sus sirvientes comienzan a desplegar las alfombras. La porcelana china para el té está lista. Cuadros de sus antepasados cuelgan de las paredes.
Son muchos los curiosos que se acercan a observar a la princesa. Los perros guardianes de la Begum están entrenados para mantener el gentío a raya.
Pasa el tiempo…
Un año.
Dos años.
La princesa, cansada de las negativas por parte del gobierno, en 1975 decide trasladarse a la estación de tren de Nueva Delhi. Esta vez escoge mejor ya que se instala en la sala de espera de primera clase.
Desde allí continua su lucha. Solo da entrevistas a periodistas extranjeros y únicamente se la puede fotografiar en luna menguante. Mantiene correspondencia con todo aquel que quiera escucharla.
En este mismo año, el gobierno le ofrece una gran suma de dinero y una casa para que puedan vivir. Ella rehúsa la oferta. La Begum quiere un palacio.
Los días pasan. Los curiosos continúan llegando. Y la princesa amenaza con suicidarse allí mismo si no le dan lo que pide.
El tiempo sigue corriendo sin ocurrir nada.
Hemos llegado a 1984. Después de casi una década, Indira Gandhi intercede y concede a la Begum su palacio, el Malcha Mahal. Un pabellón de caza de los Sultanes en medio de la selva de Nueva Delhi, con más de quinientos años de antigüedad.
Pero no es oro todo lo que reluce. No tiene luz ni agua corriente. Las puertas y ventanas son inexistentes. Deben encender hogueras para evitar que entren los monos. El sonido de los chacales atormenta sus noches.
La Begum cae en una profunda tristeza, no es lo que esperaba.
En 1993 la familia prepara un ritual. Machacan hasta hacer polvo diamantes y perlas, con el fin de elaborar un veneno llamado la bebida del silencio.
Días después la princesa Wilayat decide quitarse la vida.
En precarias condiciones continúan viviendo en el palacio sus hijos, la princesa Sakina y el príncipe Cyrus. Aislados del mundo.
La princesa Sakina fallece en 2013.
En 2017 encuentran el cuerpo sin vida del príncipe Cyrus.
Fin de la historia…
Pues no, esto solo acaba de empezar ya que nada es lo que parece.
Gracias al gran trabajo de investigación realizado por Ellen Barry “El príncipe de la jungla de Nueva Delhi” (artículo por el que fue nominada al premio Pulitzer), descubrimos que ni era princesa, ni poseía palacios.
Wilayat Mahal estaba casada con el secretario de admisiones de la Universidad de Lucknow y tenía 4 hijos. Durante la partición de la India, donde los ingleses concentraron a los musulmanes en Pakistán y a los hindúes en India, la familia se traslada a Pakistán. Tras la muerte de su marido, vuelve junto a sus tres hijos pequeños a la India con la ayuda de un amigo de la familia. Cuando el hombre fallece, Wilayat recoge todos los bártulos, los sirvientes y los perros guardianes, y se traslada junto a sus dos hijos pequeños a la estación de tren de Lucknow, dando comienzo a la historia.
Paciencia, perseverancia y creyendo firmemente en su objetivo, así consiguió la begum Wilayat Mahal su palacio. Son tres pilares muy importantes si quieres conseguir tu sueño. Si cojeas de alguno o de los tres siempre se puede trabajar. Con mis sesiones terminarás bailando claqué.
Nunca se deben juzgar los sueños de los demás ya que no conocemos sus expectativas.